martes, 25 de septiembre de 2007

Diálogo filosófico (I)

Estaba en la biblioteca, leía un poco. Yo estaba ahí en mi asiento, la cabeza en otro lado, miraba y leía. De repente unos ruidos atronadores del silencio. De los cuerpos que habitaban esa sala emergió una voz rotunda y luego otra, como si fueran timbales. ¿Lo escuchaste?, te lo repito. Lo único que se escucha es el ventilador, las miradas sobre las hojas, el crujir de las páginas que giran, el murmullo lejano, los pestañeos, el PRAM! PRAM! PRAM! una voz aguda y otra grave moduladas por pensamientos: palabras que resonaban como timbales y una orquesta, como golpes en las mesas de lectura, libros cayendo las paginas girando, las miradas se elevan, se elevan de verdad, como almas.- Otra vez el silencio, otra vez la biblioteca, otra vez el ventilador de tu computadora, ¿lo escuchas?...

(Se miran: caminando a paso rápido cubriéndose la cara, sale Uno; pasos andan sobre los paso de Uno, sale Otro.)




El sonido era perpetuo, ahora lo recuerdo, ahora lo releo y vuelvo a encontrarme ahí, luego estoy de nuevo aquí entre los murmullos y el acomodar de los libros: lo más cercano al silencio. Los libros cerrados, las hojas escondidas, las palabras inexistentes, sustituidas por manchas, la cultura no es tan grande. 433 mil libros apilados cayéndose sobre mesas de lectura [ruido explosivo] ante ojos ávidos que luego olvidan. Sigo escuchando esa fractura en el silencio, se desvanece el ventilador y emerge la angustia y el estremecerse en las sillas, se despegan las miradas de la mesa de lecturas para observar una herida, rasgadura de la cual mana sangre que nos embriaga de terror y nos cubre y sube por la tela de la ropa y aparece en las manos y, y, y... y tan pronto la conocemos la declaramos muerta: menstruación. Y contemplamos la vagina del caos (433 mil labios) derrama sangre, la realidad es roja y brilla (estábamos errados), está viva, por eso estamos aterrados. Toca los libros, mancha sobre mancha y los corroe, y los destila y purifica. Unos instantes más y los ojos que la contemplan se llenan ellos mismos de sangre, ellos mismos quieren hacerla brotar. ¡I-N-S-O-P-O-R-T-A-B-L-E!

¡No más!

Otra vez el sonido de la normalidad, el ventilador, otra vez el ordenador, la gente se concentra en la lectura. Ahora esta lectura se concentra en su lectura.

Tengo los ojos puestos en un libro y no entiendo, no los muevo, no parpadeo, creo que sueño.

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