viernes, 22 de agosto de 2008

El tiempo que dormimos es sensiblemente igual al que estamos despiertos, el alma en ambos estados sostiene por encima de todo la verdad de sus figuraciones.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Espejo

La tierra se desplaza lentamente bajo sus pies y bajo su mirada cargando sobre sus anchurosas espaldas el ojo de la divinidad, moribunda o tal vez inexistente pero siempre vigilante, y tal vez, mientras más muerta se torne más peligrosa, como una boca gigantesca con sus encías rosadas y sus enormes colmillos protegiéndolo de la negra espesura inmemorial de esa fosa en cuyo fondo no se encuentra otra cosa que un espejo, retraído hasta la deformidad de lo cavernoso, el olvido.

Pero ya descansa suavemente en ligeros (oscuros) silencios ininterrumpidos que con igual suavidad lo guían de nuevo a otro comienzo, y canta con la voz de un piano. Y habla de lo que él era cuando aún no era. Como es videntemente visible, es hablante hablado, múltiplemente hablante y múltiplemente hablado. Situación múltiplemente confusa e irritante, la de un ser que no devendrá lo que él habrá sido más que hablando de ello.

La mirada fija en el espejo lentamente se desenvuelve en lineas y colores vivos, encubiertos brevemente por una absoluta obscuridad y emergiendo de nuevo. El espejo devuelve la mirada como un ser tan extraño que se asemeja a Dios y con su mismo mutismo responde siempre a sus preguntas, y con su misma inconsistencia ontológica se sustrae de todo contacto ¡imposibilidad! y te abandona tan pronto cedes la mirada a... algo más allá... si es que todavía existe. Y te mira siempre desde los ojos de todos y cada uno pues es verdad lo que se dice, que los ojos son el espejo del alma, esa pausa ininterrumpida.

sábado, 9 de agosto de 2008

Espejo

Vestido de traje en un escenario, o tal vez no, pero me miro ahí, a través de la ventana. Un espejo. ¿Todo ello un espejismo? ¿y el escenario también? Tal vez nunca lo sabré con certeza, pero me parece como si se desgranara toda esta imagen y corriera como la arena de un reloj, y en cada grano me mirara a mi mismo sobre un escenario y vestido de traje. Un pequeño principito imaginario en su mundo granular. Un canto suspendido vibraba en el espejo. Entonces no era un príncipe solitario sino que había dos.

Mire de cerca me parecía que en el me reflejaba bajo la sonrisa de cierta distorsión, yo dije -un espejo, pero con profundidad, cierta profundidad, una profundidad breve que me diferencía del reflejo- especulaba. Y el espejo me sonreía y especulaba frente a mi.

Ciertamente veía más allá de mi, hacia constelaciones secretas ocultas bajo una capa enredada en estrellas que se abisman en un océano profundo. Ciego miro en mi escenario que se balancea flotante sobre mi mano. Ciego me miro en otros cientos de miles de escenarios en cientos de miles de partículas arenosas.

Se distorsiona un poco la imagen del espejo y ya no soy yo pues no percibo esa distorsión en mi. El espejo se tuerce en forma de ese y se extiende a la vez hacía todos los posible lugares a los que se podría extender.

Me miro mirándome en un espejo y finalmente llego a la realización de que en realidad yo soy el espejo donde se mira la figura del espejo.