sábado, 19 de abril de 2008

De modo que cuando, en un movimiento descripto por Kierkegaard, uno se aleja de la intoxicación de la libertad buscando un sostén firme en el orden de la finitud, este alejamiento mismo es la verdadera Caída. Más precisamente, este abandono es el mismo que se da ante las imposiciones de la Ley prohibitoria impuesta desde afuera, de manera que la libertad que aparece luego es la de violar la Ley, la libertad atrapada en el círculo vicioso de a Ley y su transgresión, donde la Ley genera el deseo de "liberarse" a través de su violación, y el "pecado" es la tentación inherente a la Ley -la ambigüedad de atracción y repulsión que caracteriza a la angustia no es ejercida ahora directamente por la libertad sino por el pecado-. La dialéctica de la Ley y su transgresión no reside únicamente en el hecho de que la propia Ley solicita su propia transgresión, que genera el deseo de su propia violación; nuestra obediencia a la Ley no es "natural", espontánea, sino siempre mediada por la (represión del) deseo de
transgredirá. Cuando obedecemos la Ley, lo hacemos como parte de una estrategia desesperada de luchar contra nuestro deseo de transgredirla, de modo que cuanto más rigurosamente obedezcamos la Ley, más damos pruebas del hecho de que, en lo profundo de nosotros, sentimos la presión del deseo de caer en el pecado. Por lo tanto el sentimiento de culpa superyoico es correcto: cuanto más obedezcamos la Ley, más culpables somos, pues esta obediencia es efectivamente una defensa contra nuestro pecaminoso deseo.

Lo que cambia con este movimiento es el estatus de la Ley: pasamos de la psicología al orden "metapsicológico" propiamente simbólico como una máquina externa que vive parasitando al sujeto. O, para ponerlo en términos kantianos: la "Caída" es la verdadera renuncia a mi autonomía ética radical: ocurre cuando me refugio en una Ley heterónoma, en una Ley que es experimentada como impuesta desde el exterior, es decir, la finitud en la cual busco un sostén para evitar el vértigo de la libertad es la finitud de la Ley externa-heterónoma. En esto reside


LA DIFICULTAD DE SER KANTIANO


...el verdadero propósito de Kant es señalar que la necesidad misma de un amo es un señuelo engañoso: el hombre precisa un amo para poder ocultar el callejón sin salida de su propia y dificil libertad y autorresponsabilidad [lo que un poco más atrás podría ser caracterizado como traumático, en estricto sentido psicológico]...Dentro de la misma linea, un adolescente promiscuo puede participar de extremas orgías dentro de las que circulan sexo y drogas, pero lo que no puede soportar es la idea de que su madre pueda estar haciendo algo similar; sus orgías descansan en la supuesta pureza de su madre, que sirve como punto de excepción, la garantía externa: puedo hacer todo lo que quiera dado que mi madre mantiene su lugar puro para mí... lo más difícil no es violar las prohibiciones en una salvaje orgía, sino hacerlo sin confiar en alguien de quien se supone que no goza para que yo pueda gozar, es decir asumir directamente mi propio placer sin la mediación de la supuesta pureza del otro.

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