miércoles, 3 de octubre de 2007

Espiritus de arena (IV)

Se insinúa el afuera, luego te sacan por las grietas de un edificio en peligro de colapso. Tu cara no es normal ahora, no la percibes como siempre la has sentido, es dura y arenosa y la misma grieta que abrió un camino hacia afuera del edificio se encuentra, ahora también, en tu cuerpo igualmente arenoso. Te parte en dos. Ahora somos tu y yo.

Camino, caminamos, un poco y contemplo la estela de arena que flota sobre la calle, permanece ahí donde estuvieron nuestros pasos como si se tratara del tiempo tendido sobre la eternidad.

-La calle está desolada-me dices, había olvidado que estabas ahí.

Miro a nuestro alrededor, y observo extrañas texturas transparentes; tienen forma humana, nos rodean. Sus caras expresan asombro, o terror, o desconfianza, tal vez un grito o una risa reprimida (en verdad no lo sabía decir). Lo que siento es que nos miran como si fueramos fantasmas. Te digo todo lo que pienso. Ellos me parecen planos, planos sobre planos, transparentando cada uno aquel que tiene detrás. Primero está su ropa que al transparentarse muestra su cuerpo cubierto de piel, y este nos deja entrever de la misma manera sus órganos, y así sucesivamente hasta hacernos ver lo que parece ser un vacío final.

-¿Los miras?-me dices- ellos también tienen fracturas como la nuestra, aunque las suyas se encuentran un poco mejor disimuladas, bajo la ropa o maquilladas, en las axilas y otros lugares recónditos como los genitales. De hecho, me parece que todos ellos -¿serián miles?- tienen genitales femeninos.

-¿Y nosotros?- Ya hemos olvidado nuestro sexo.

En ese momento una de nuestras manos comienza a desgranarse. Presentimos que no nos queda mucho tiempo, antes que el último de nuestros granos se desprenda y todo para nosotros termine, quedando así esparcidos por todo el mundo como puntos volátiles que lo penetran todo. Perteneciendo a lo que sea y siendo nada.

A veces la tierra habla, nos susurra y nos sacude en su lenguaje primitivo.

Tenemos muchas preguntas y nos falta comprensión. Corremos en la búsqueda de Él, antes de que el viento y el tiempo nos den por terminados.

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